La Diosa de la Tierra Tlatecuhtli en Museo del Templo Mayor

Museo del Templo Mayor

El Proyecto del Templo Mayor

En marzo de 1978, como consecuencia del hallazgo del monolito de la Diosa Lunar Coyolxauhqui, se puso en marcha el Proyecto del Templo Mayor bajo la coordinación del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma. Desde entonces y a lo largo más de tres décadas, los integrantes de este proyecto del Instituto Nacional de Antropología e Historia se han dado a la tarea de exhumar buena parte del recinto sagrado de la Antigua Tenochtitlán. 

Han sido explorados más de 13 mil metros cuadrados del Centro Histórico de la Ciudad de México, sacándose a la luz los vestigios de la gran pirámide dedicada a Tláloc y Huitzilopochtli, 13 edificios menores, innumerables esculturas y 165 ofrendas.

Los principales resultados de las investigaciones pueden apreciarse a lo largo de la visita de la zona arqueológica y del museo, en más de 500 publicaciones.    

Siete son las temporadas de las excavaciones realizadas hasta la fecha, las tres iniciales dirigidas por Matos Moctezuma, y las cuatro últimas por el arqueólogo Leonardo López Luján.    

El Descubrimiento de la Tlaltecuhtli.

Hace unos cuantos años el Gobierno del Distrito Federal, Hoy la Ciudad de México, ordeno la demolición de dos edificios del Centro histórico, que habían sido Irremediablemente dañados por el temblor de 1985.   

Tal decisión levanto grandes expectativas entre los arqueólogos debido a que ambos inmuebles se encontraban en la esquina de las calles de Argentina y Guatemala, justo frente a las ruinas del Templo Mayor de Tenochtitlán. 

Además de la posibilidad de hallar grandes esculturas al pie de esta pirámide, se sabía a partir de ciertos documentos históricos que las cenizas de al menos tres gobernantes mexicas - Axayácatl, Tizoc, y Ahuítzotl, habían sido inhumadas en dicha área.

En un salvamento del Programa de Arqueología Urbana se corroboró la enorme importancia de esta esquina, al descubrirse allí el 2 de octubre de 2006 el monolito mexica más grande hasta ahora conocido, el cual tiene mayores proporciones que la Piedra del Sol y la Coyolxauhqui.   

Se trata de una escultura gigantesca de 4.17X 3.62 x 0.38 metros y unas 12 toneladas de peso. Este monumento representa a la advocación femenina de Tlaltecuhtli, (Señor o Señora de la Tierra), divinidad que en muchos mitos aparece como la venerada madre que da nacimiento a todas las criaturas, pero también como el ser monstruoso que las devora en el momento de la muerte. 

En marzo de 2007, se comenzó una nueva temporada del Proyecto Templo Mayor para explorar está área con tecnología de punta y una metodología científica en extremo cuidadosa. Unos meses más tarde, el monolito de la Diosa Tlaltecuhtli fue sacado del área de excavación con ayuda de una grúa de brazo y colocado temporalmente en la calle de Argentina, se han llevado a cabo excavaciones arqueológicas en el lugar que ocupa el monolito.     

Sus Colores 

El monolito de la Diosa Tlatecuhtli nos brinda una serie de sensaciones que no experimentamos con la Piedra del Sol, la Coatlicue o la Coyolxauhqui, monumentos éstos que por desgracia han perdido su colorido original.

A partir de los estudios de Giacomo Chiari del Instituto de Conservación Getty de Los Ángeles, sabemos que los artistas mexicas usaron seis distintos pigmentos; minerales y vegetales en la Tlatecuhtli; ocre de goetita, rojo de hematita, rojo obscuro obtenido por la combinación de hematita y magnetita, azul maya de paligorskita y añil, negro de carbón vegetal y blanco calcita.
Los análisis apuntan a que estos pigmentos fueron aglutinados y adheridos a la escultura con un mucílago extraído de los seudobulbos de la orquídea.   

El  Cuerpo de la Diosa

En este monumento, Tlaltecuhtli fue representada en su aspecto femenino. Sus senos flácidos y los pliegues que atraviesan el abdomen la califican como una madre prolífica. El vientre tiene esculpida una incisión circular de la que brota un flujo de sangre que llega a la boca. 

Dentro de la incisión aun se distinguen dos pies con sandalias de obsidiana, restos de la imagen perdida de un dios o un gobernante. Más abajo se observa una falda corta con cráneos y huesos cruzados, así como una divisa entre las piernas compuesta por un cielo estrellado. Símbolos de Venus, plumas de águila, correas de cuero y remates de caracoles. Las extremidades de la diosa son robustas: sus codos y rodillas están cubiertos con cráneos, en tanto que en sus cuatro garras hay rostros de seres telúricos. 

La Policromía.

El hecho de la Tlaltecuhtli haya conservado sus colores originales se debe en gran medida a la intervención oportuna de los restauradores, quienes supervisaron las tareas de remoción de la arcilla y la argamasa que la cubrieron durante cinco siglos.

Por medio de materiales aislantes y amortiguadores, lograron que el proceso de secado de la pieza fuera gradual, pausado y de cerca de un año. De esta manera se evitaron nuevos deterioros tanto en la piedra como en su decoración. 

Una vez estabilizados, los cuatro grandes fragmentos del monolito fueron trasladados al laboratorio de campo, en donde se realizó a lo largo de once meses un trabajo de limpieza mecánica tan meticuloso como delicado. Posteriormente se emprendió el fijado de la capa pictórica a la piedra, aplicando por aspersión un compuesto de sílice seleccionado entre muchos con base en los análisis de Pedro Bosh y Enrique Lima de la UNAM.

El Estado de Conservación.

Los materiales constitutivos del monolito se encontraban estables en el momento del hallazgo. La mayoría de los daños entonces registrados son producto del uso que se le dio a la escultura en tiempos prehispánicos, de la naturaleza estratificada de la andesita y de los agentes de deterioro presentes en el subsuelo durante cinco siglos de enterramiento. 

Un cuidadoso estudio del contexto arqueológico y de los cuatro fragmentos en que está rota hace suponer que la Tlaltecuhtli fue destruida de manera involuntaria por los propios mexicas. 

Estos habría sucedido cuando intentaron reutilizar el monumento al elevar el nivel de la plaza circundante. Durante la excavación no pudieron encontrarse los fragmentos correspondientes al abdomen.

La Piedra  

Gracias a los estudios petrográficos de Jaime Torres Trejo del INAH, sabemos que el monolito de la Tlatecuhtli fue tallado en un bloque de andesita de lamprobolita. Está es una roca volcánica extrusiva de tonalidades rosáceas y violáceas, la cual relativamente  suave, ligera y porosa. 

Se compone principalmente de silicatos de sodio y potasio, y se caracteriza por su estructura seudoestratificada en bandas. La andesita de la lamprobolita era explotada por los mexicas y sus vecinos en la Sierra de Guadalupe, principalmente en los cerros del Chiquihuite, Tianguillo, Gordo, Botano y Tenayo.

Cuando visites el Museo del Templo Mayor, recuerda ver el imponente Monolito de la Tlatecuhtli. 

¡Te invitamos a disfrutar de este hermoso recinto!. 

Recuerda seguir la recomendaciones y protocolos; debido que aún no existe algún tratamiento confiable contra el virus del COVID-19, se recomienda al público seguir los hábitos de higiene; el distanciamiento social y el uso del cubrebocas y tomar todas las medidas recomendadas por las autoridades de salud.


Museo del Templo Mayor.
Dirección: Seminario No. 8, Centro Histórico, Ciudad de México.
Horario: Martes a Domingo 9:00 a 17:00 horas. / Domingos, entrada libre con credencial de Identificación INE.

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